Regina y las pastillas
17 de septiembre de 2012
Viernes de Regina en casa para la limpieza. El calor de estos días la obliga a vestirse tan escasamente que despierta la lascivia en muchos. El vecino de 75 años la enfrentó como siempre. No aprende. “Regina, cuando te veo no dejo de pensar en mi tercer esposa”. “¿Pues cuántas veces se ha casado?” “Dos, guapa”. “Ay Don Carlos… nunca olvido la primera vez que me saludó… le prometo que seguiré intentándolo”. Pobre hombre, se regresó a su casa. “¿Cómo están, Regina?” “Bien, Don. Los que andan peleados son los compadres”. “¿Ahora qué hizo el compadre?” “Una tontería. Fue a la clínica y le pidió a su amigo el doctor que le diera alguna pastilla para despertar la pasión en la comadre, que le pone pretextos todos los días. El doctor le dijo que no podía recetarle algo así, aunque tenía unas pastillas que son una maravilla, pero que están en período de prueba. Acabó convenciéndolo para que se las diera y prometió no decir nada. El irresponsable del doctor le dio 3 pastillas y le explicó que era muy importante que sólo le diera una por la mañana disuelta en el jugo durante tres días, porque son muy fuertes. Ya conoce al compadre, Don. Primero le echó una al jugo y como la comadre no se levantaba de la hamaca, después de un rato, pues le echó la otra. Le dio cargo de conciencia y pues se le hizo fácil tragarse una él para ver qué se sentía. Después del desayuno, la comadre se empezó a poner roja, roja y no dejaba de sudar. Le dice al compadre: 'Luis… Luis… necesito… a un… necesito a un hombre…' El compadre también empezó a sudar y a temblar. Con lágrimas en los ojos le dijo a la comadre: 'Yo… yo… ¡yo también!'” “Madre mía… ¿y cómo terminó todo?” “Nada bien, Don. La comadre está viviendo con nosotros y el compadre no aparece”.
@glambarry
Por: Gastón Lámbarry