Regina y la trigonometría
20 de octubre de 2012
Venía la Regina bajando por la calle, como cada viernes. Espectacular. Cualquier conocedor de la trigonometría aceptaría sin dudar que sus razones entre catetos opuestos e hipotenusas son ideales. La esperaba el septuagenario de Don Carlos, que salió a su encuentro. “¿Qué hace una chica tan linda en una mente tan sucia como la mía?” “No empiece, Don Carlos”. “Regina, te pido no te acerques mucho a mi jardín porque vas a hacer que se prendan los regadores”. “Don Carlos, si mi vida fuera una película, usted aparecería como 'Segundo hombre viejo' al final de los créditos”. Nada dijo. “¿Cómo estás, Regina?” “Harta de los niños, Don. No han ido a clases porque la maestra no está. Se fue a atender su negocio”. “¿Y entonces?” “Regresa la próxima semana”. “Qué vergüenza. De verdad que la educación en el país está en medio de una crisis severa, Regina. El fracaso de nuestra educación no sólo tiene consecuencias económicas, sino cívicas y a casi nadie parece preocuparle. Se tiene que hablar de la ignorancia que avanza entre nosotros, pero sobre todo, de nuestra indiferencia cuando estamos de frente a ella. Pareciera que la ignorancia nos da una sensación de comunidad. No entiendo por qué no lo discutimos y empezamos a solucionar”. “Hay cosas que no se entienden, Don. Es como si usted le habla a Dios. A eso le llaman rezar. Pero si Dios le habla a usted, le llaman esquizofrénico y hasta lo encierran”. “Pues no entendí, pero es cierto. Está mal… pero bueno… la educación en este país mal prepara a los que serán obreros y no produce ciudadanos preparados y escépticos. Es triste ver universitarios felices trabajando de baristas en los Starbucks”. “Pues ese parece un buen puesto”. “No creas. Suena a sibarita, pero es todo lo contrario”.
@glambarry
Por: Gastón Lámbarry