Regina y las campañas
17 de abril de 2012
La Regina, auxiliar en la limpieza semanal de la casa, llegó como cada viernes. Con su siempre ajustada vestimenta y un escote propicio que obliga a los hombres con los más altos valores éticos a echar un vistazo sólo para almacenar en la memoria, entró y se puso a trabajar. “Regina, ¿qué tal la semana?” “Más o menos, Don”. “¿Por qué?” “Los políticos ya empezaron a dar vueltas por el pueblo. Aprovechamos para cambiar las playeras mi hija y mis otros 5 hijos. Gorras, plumas, de todo consigue uno aunque siempre en los mismos colores. Vi en la televisión que hay un nuevo color. Creo que es verde pastel. Mi hija Lunes ya pidió ese color. Y bueno, lo único malo es que hay que chutarse los discursos”. “Es la época, Regina. El aire está lleno de discursos y viceversa”. “Pobre compadre, no le tocó ni un abanico”. “¿Ahora qué hizo?” “Estacionó su bicicleta en la tienda. Se le acercó un policía y le dijo que la quitara de ahí. Ya lo conoce, empezó a discutir diciendo que la bicicleta no estorbaba. El policía le dijo que la quitara porque pasaría por ahí uno de los candidatos. Entonces mi compadre le dijo: “Tiene razón, oficial. Gracias. Si va a pasar por aquí, no vaya a ser que se la robe”. “Lo escuchó uno del equipo del candidato, así que no le dieron nada. Pobre, le urge cambiar sus camisetas”. “Bueno, pasarán por ahí muchas candidatas y candidatos”. “Ojalá alcance camisetas el pobre”. “Ojalá, Regina. El problema es que hoy en día las minorías tienen demasiados habitantes y no todos alcanzan playeras. Por desgracia, el ideal de la ciudadanía no es la libertad, sino el agradecimiento. Eso lo saben bien los políticos”.
Y así, como siempre, cobró y se fue. Ya regresará la Regina en 8 días.
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Por Gastón Lámbarry.