Regina y la clínica
27 de agosto de 2012
Dio vuelta por la esquina Regina y como siempre, varios vecinos la esperaban para observarla. Ella lo sabe y aminora el paso con ritmo para provocarles la imaginación y el sueño de un éxodo genético. Decía un vecino mientras la veía acercarse: “He aprendido tanto de mis errores, que creo estar listo para cometer uno más. Si me pidieran que arrojara la primera piedra, lo haría sólo por el gusto de entablar algún tipo de relación”. La Regina lo escuchó y le dijo: “Lástima don Carlos. Si estuviera libre de pecado, quizá yo le prestaría uno”. Se quedó callado. “¿Supe que tu madre estuvo internada, Regina. ¿Cómo sigue?” “No le pasó nada, Don. Ya ve que le gusta tomar. Todo empezó cuando llegó a una de las cantinas del pueblo que no son muchas, pero sí demasiadas, y le dijo a Don Anselmo: 'Dame una fría, hijo'. '¿De presión, doña?' 'No hijo, alcoholismo. Mejor dame dos'. Para las 5 de la tarde ya se sentía mal, así que la llevé al doctor, que le dijo: 'Sra. Cienfuegos, la revisé y no le encuentro absolutamente nada. Sinceramente, creo que es la bebida'. 'No te preocupes, hijo. Regresamos cuando estés sobrio'. Y nos fuimos a la clínica. Ni la internaron. Le dieron una bolsa con hielos y así se quedó toda la noche. Ni aspirinas tienen. Le juro que la clínica del pueblo es tan pobre, que a los enfermos sólo les dan una probada de su propia medicina”. “Exageras, Regina”. “No. Y el doctor es bien cruel. El miércoles, Don Tino el vecino, fue con él. Le dijeron que tenía una enfermedad incurable. Cuando le preguntó al doctor cuánto le quedaba de vida, le contestó: 'Don Tino, ¿ve alguna telenovela?' 'Sí doctor. Abismo de Pasión'. 'Pues yo iría a preguntarle a la producción en qué termina'”. “¿Cuándo termina?” “Este domingo, Don”. “Madre…”
@glambarry
Por: Gastón Lámbarry