Por el bien de México, primero los pobres
03 de diciembre de 2018
De todas las vivencias del pasado fin de semana, inicio de la 4ta transformación con la toma de posesión de presidente constitucional Andrés Manuel López Obrador, colocación de nacimientos, entonación de la Ramada, Día Mundial de la Lucha contra el Sida, aniversarios familiares, entre otras; la frase “Por el bien de todos, primero los pobres” evocó en mí, recuerdos de mi ya lejana infancia.
Entre los restos del espejo observo escenas de 1972, en la hoy Ciudad de México, específicamente Polanco, donde se yergue el Palacio de Hierro. Ahí se encontraba la escuela de los jesuitas que forjó mi primera formación. Aquel día, los padres nos anunciaron el cierre definitivo de la escuela; el argumento, simple, los jesuitas llevaban siglos educando a las élites del poder y el reino de Dios continuaba lejos, los pobres seguían abandonados a su suerte. Por ello, decidieron cerrar el Instituto e irse a trabajar con los pobres, al Valle del Mezquital, a la Huasteca, a Chiapas…
Aquellos años estaban dominados por la guerra fría, aquella guerra sin armas entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, el comunismo era tachado como diabólico en los círculos religiosos, quizás por esa razón, la izquierda católica aprovechó las reformas religiosas introducidas por el Concilio Vaticano segundo para ofrecernos la doctrina teología de la liberación.
La Teología de la liberación se propagaba a través de las voces del movimiento estudiantil del 68. Eran tiempos de guerrilla y deseos de transformación. Sin duda, el mayor logro de este grupo de entusiastas fue el Movimiento Zapatista de Chiapas, con el subcomandante Marcos al frente.
Con la llegada de Juan Pablo II al Vaticano inició la persecución de todo sacerdote y obispo afecto a la Teología de la liberación, cayó el muro de Berlín y el capitalismo salvaje devoró el planeta. Hace apenas unos días, un joven historiador me explicó, en pocas palabras, la tragedia económica en la que estamos sumergidos: “Cuando el crecimiento económico es menor al crecimiento poblacional y a la rentabilidad del capital, se produce un efecto de concentración del dinero”, es decir, el usufructo del trabajo de todos se queda concentrado en unas pocas manos.
Espero, por el bien de México, que los ricos no saquen su dinero del país y apuesten, como lo predica la Iglesia católica, por los pobres.
Nota escrita por
Bernardo Laris
Escucha la nota
El Espejo Roto