"Los pobres pueden ser más pobres"
14 de mayo de 2018
Si tú le das a un pobre una despensa, una beca o un apoyo económico mensual, lo único que estarás logrando es condenarlo por siempre a su pobreza. Al acabar la despensa seguirá siendo el mismo pobre, su beca y su apoyo lo mantendrán con vida quizá, pero sin recursos para producir y abastecer sus propias necesidades, sin la dignidad que imprime a nuestras vidas nuestro trabajo.
En muchos casos la política social y asistencialista del gobierno sólo genera una clase conformista, marginada de la productividad, y sin voluntad propia; cautiva, eso sí, para los menesteres de quien les paga, que de esa forma los convierte en una masa útil, sin pensamiento ni voluntad.
Ante la desesperanza de quienes menos tienen o carecen de todo, es fácil convertirse en voz y guía, muy fácil prometer y caminar al frente. Es el escenario ideal para el populismo, destructor de instituciones y voluntades, que acaba con las clases medias, vuelve pobres a los ricos, y se perpetúa en el poder por la voluntad inconsciente de las masas.
México es un país con una mayoría de pobres, sí, pero pobres que a fin de cuentas comen y disfrutan, en su gran mayoría, de la cobertura de los servicios básicos más indispensables, y cuya única vía de salvación es la generación de puestos laborales bien pagados. Cualquier otro camino lo llevará al despeñadero.
No es tiempo de experimentar sino de aplicar políticas públicas congruentes que alienten nuestra productividad. Es época de cambios, de orientar nuestros pasos hacia una economía del conocimiento, de darle valor agregado a todo aquello que pase por nuestras manos; es época de producir no de extender la mano en espera de que un aprovechado nos mate el hambre.
Lo más grave del populismo es anteponer la gente a las leyes y a las instituciones de un país, el que sea. La gente carece de conocimientos para resolver. Llámese Venezuela, Colombia, Nicaragua o Cuba cuyo denominador común es el fracaso, el hambre y el caos. Países que en aras de la igualdad lo han perdido todo y han perpetrado a sus gobernantes a pesar de la miseria en que han caído.
México no puede permitirse el lujo ni correr el riesgo de caer en manos de un populista cuya incongruencia salta a la palestra día con día, de un mesías que igual dice que negro que blanco según las circunstancias, de un ocurrente al que muchos ven como el “peor es nada”, de una persona en la que miles o millones de gente ve como el símil de la revancha: como los demás me han fallado me voy con éste, total peor no puede irme.
No es así, sí puede irnos peor si no cuidamos lo que tenemos, sí puede irnos peor si creemos que democracia es hacer lo que el pueblo quiera, sí puede irnos peor si equivocamos nuestras políticas económicas y no le damos a cada quien su lugar en el rol que le corresponde. Hago votos porque todos, sin excepción, razonen, piensen y sepan a quien elegir para entregarle los destinos de nuestra patria.
Nota escrita por
Manuel Triay
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