El Mundo al Instante
20 de marzo de 2017
Claudia Cob es la comisaria ejidal de Chocholá, o era; la única mujer en ocupar ese cargo en el Estado. Su historia es por demás digna de ser contada y comentada: un día resolvió estudiar y con el esfuerzo de su padre ejidatario se vino a Mérida y se graduó pero, fiel a su formación familiar, resolvió regresar a lo suyo: la tierra.
En una pequeña parcela cedida por su padre comenzó a sembrar y a cosechar, más no sólo cosechaba los frutos de la tierra sino también el de sus estudios: sus compañeros campesinos comenzaron a ver en ella a la consejera capaz y líder requerida, y la hicieron comisaria. Una asamblea general la convirtió en responsable del haber de todos.
Claudia sabía su trabajo y, aunque mujer y de corta edad, supo encabezar aquel grupo de hombres de campo, formados a la antigua, machistas y conservadores, pero dóciles ante la razón y el ejemplo de quien ha comprendido que la unión hace la fuerza y que la causa común beneficia a todos por igual.
Todo iba como caballo de hacienda en el ejido hasta que llegó Proser, una empresa dedicada, entre otros negocios, a adquirir tierras ejidales. Primero construyó en el ejido de Chocholá una cementera que contaminó el subsuelo y ahora pretende instalar una calera, a lo que Claudia se opuso.
Sus derechos terminan, diría la joven comisaria, donde comienzan los nuestros. Esa fábrica afectaría nuestros cultivos y no lo vamos a permitir. Y se opuso y lo pagó caro, no sabía con quiénes se estaba metiendo.
En días pasados, en un local ajeno al comisariado ejidal y con el aval de la Procuraduría Agraria, se efectuó una asamblea y Claudia se quedó fuera de la organización. Sí, ella dice que la asamblea no tiene valor legal pero, pobre chica, no midió lo que sí tiene valor, y mucho: el dinero que todo lo corrompe.
Si hubiera averiguado que los paisanos que integran Proser son muy poderosos, que tienen tierras por todos lados y eso les da experiencia y dinero suficiente, quizá hubiera cambiado de estrategia, quizá hubiera negociado, pero ya ni chance tiene de nada.
Es posible que Claudia haya pagado su inexperiencia, su rectitud y su dignidad, es posible también que haya pagado una cuota de género: como es mujer y con ella no se puede tratar…, pues para afuera.
Lo que no es posible es que la Procuraduría Agraria se preste para algo indebido, que haya maniobrado para echar a Claudia y, si ésta miente, si todo fue legal en la asamblea, pues que el señor procurador salga y la desmienta; es importantísimo que esa dependencia limpie su nombre pues tiene en sus manos algo muy sensible: el campesinado yucateco y, a decir verdad, su credibilidad no está como poner las manos al fuego
Nota escrita por
Manuel Triay
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Claudia, una mujer entre muchos machos