El Mundo al Instante
13 de marzo de 2017
Yucatán está viviendo un cambio trascendente tanto en su vida política como en la familiar. El empoderamiento femenino ahora va más en serio con las recientes reformas a la Constitución Política del Estado que prevé paridad femenina en la integración de los 106 Ayuntamientos del Estado.
Con las citadas reformas los partidos políticos se verán obligados a postular igual número de mujeres y hombres a las candidaturas a las comunas, las sindicaturas y las regidurías, y cuando una mujer encabece la lista su segundo será un hombre y viceversa. Esta situación podría analizarse desde diferentes ángulos pero, por ahora, nos iremos a la situación familiar.
Para comenzar, el cambio que deberá darse entre los hombres no es fácil, el machismo aún ocupa un lugar privilegiado en Yucatán y una cosa es que las mujeres puedan trabajar ocho horas, en cosas de mujeres, y otra que se dediquen en cuerpo y alma a la vida política, descuidando todo en el hogar y la familia, dado que este trabajo no tiene fecha ni horario.
Además, no serán pocos los varones quienes consideren que ese lugar les pertenece porque lo han trabajado y porque tienen mayor experiencia, y no les será fácil hacerse a un ludo para darle espacio a la mujer, sólo porque a alguien se le ocurrió cubrir una cuota de género. Ya veo a muchos peleando con sus esposas o hijas o castigando a las féminas en las urnas, votando por el varón, sea quien fuere.
En tanto, para las mujeres la cosa no será distinta, el cambio de vida que implicaría dejar la casa para administrar un municipio no es cosa menor y sobrarán los pretextos para no hacerlo, como por ejemplo, tener hijos pequeños que criar, lo administrativo no se me da, o, eso de estar trabajando nomás para que me critiquen…
Simple y llanamente aún persiste en Yucatán, sobre todo en el medio rural, la idea generalizada, la cultura de antaño, de que la política es cosa de hombres y de que las mujeres carecen de tablas y tamaños para enfrentar los problemas de una comunidad.
Una cosa es participar en actos políticos con pancartas y globos, gritando vivas, y otra muy distinta encabezar las urdas, mediar ante problemas ajenos, o consensar. El oficio político es algo que se aprende y han de pasar muchos años para lograrlo.
Pocas, muy pocas son las mujeres que se lanzan a la vida pública en el Estado; quienes lo han hecho han tenido que superar barreras inimaginables pero todas, así lo considero, tienen un denominador común: educación académica, y esto les abre las puertas a un mundo más igualitario, de paridad por derecho y no por concesión.
Así las cosas, hacemos votos porque hombres y mujeres en Yucatán aprendamos a vivir en igualdad de circunstancia y porque los partidos políticos sepan manejarse y darles a las mujeres el lugar que se merecen, primero con preparación adecuada y luego con justicia, pensando en el espíritu del cambio, en la paridad, y no acomodarlas en municipios históricamente perdidos en los que estén condenadas al fracaso.
Nota escrita por
Manuel Triay
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"El cambio que viene"