El Mundo al Instante
27 de diciembre de 2016
Los concesionarios del transporte urbano en esta capital están con la soga al cuello, y no lo digo por la moda de los suicidios que nos colocan en primer lugar nacional, sino porque ya no pueden con las alzas en sus costos; la gasolina y las refacciones ya los tienen contra la pared.
En efecto, entre el peso que pierde terreno ante el dólar y el precio de las gasolinas que según Pemex el próximo año tendrá un alza del 15 al 20 por ciento, el futuro inmediato de los camioneros no es nada alagueño.
Muchas de los cientos de rutas urbanas ya tienen menos unidades, es tal la situación que mientras más trabajen más pierden, o menos ganan, y reducen el número de sus unidades en circulación; por eso ve usted colas tan largas en los paraderos a cualquier hora del día o de la noche.
Por ejemplo: los permisionarios que prestan sus servicios en comisarías del sur de la ciudad cobran por pasaje 7 pesos desde hace muchos años y cada día gastan en combustible 2,400 pesos, pero en sus dos turnos de trabajo sólo cobran alrededor de 3,500, por lo que han reducido de 10 a 6 sus unidades.
Ellos, los camioneros del sur de la ciudad, para paliar un poco las rutas que menos dejan o más les cuesta, van rotando sus unidades: sus autobuses que cubren hoy las rutas menos productivas, mañana irán a las más productivas y así sucesivamente.
Aunado al problema de los altos costos está la deuda del Ejecutivo. Resulta que para mantener las tarifas del transporte el gobernador del Estado acordó otorgarles a los prestados del servicio un subsidio mensual, pero por A o por B nos les cumple, sobre todo en los últimos meses, y esto desde luego repercute en la economía de los camioneros.
Como se recordará, hace varios años se anunció un súper plan para modernizar, actualizar y regular el transporte público en Mérida, con una inversión de 1,800 millones de pesos, pero hasta ahora todo lo hecho es trazar dos o tres rutas nuevas, colocar unos letreritos que dicen Situr y adquirir algunos autobuses para se otorgan a menor precios a los concesionarios que lo deseen.
Según trascendió, los señores de la Alianza de Camioneros no aceptarán ningún autobús, por barato que se los ofrezcan, pues no tienen dinero para pagar, esperan, simplemente, remozar o reparar sus antiguas unidades y ofrecer el mejor servicio lo mejor que puedan, aunque no esto garantía de una mejora, sino quizá todo lo contrario.
Qué hacer con el transporte de esta capital, ¿dejar que se caiga en pedazos y que siga con todas sus irregularidades, o hacer de él un negocio redituable y de servicio público a la vez? Si el Ejecutivo, como parece, no tiene los recursos que anunció para poner el orden que se necesita, que haga un verdadero estudio de costos, encuentre la forma de subsidiar, sin retrasos y en serio,
Esa actividad que debe tener prioridad y autorice las tarifas adecuadas así acarreen costos políticos.
Nota escrita por
Manuel Triay
Escucha la nota
El transporte, de mal en peor