Afiladores, un oficio en el olvido

09 de agosto de 2016

Afiladores, un oficio en el olvido

Son los sonidos del viento, de aquel oficio que se lo lleva el tiempo. Antes era común escucharlo, hoy, el sonido del afilador cada vez más, es un recuerdo. Su nombre es Francisco López Castañeda, tiene 84 años y desde los 17 hace sonar el silbato.

Cansado y con un sobrero de paja, reconoce que los tiempos cambian y los años pesan, antes solía pedalear colonias enteras, hoy el cuerpo no da para tanto. Antes había más clientes, hoy muchos ni reconocen su labor.

 “Yo voy a afilar tijeras, apenas tenía 16 años, no tenía silbato ni nada, y en cada casa tocaba y preguntaba si querían que le afilen tijeras, pues así empecé ya que vi que yo ganaba en panadería me olvide de la panadería”.

Don Francisco admite que ser afilador ya no es rentable, la gente ya no los busca tanto.

 “¿Cuándo usted empieza como afilador cuanto ganaba?, pues ya le digo, yo como panadero en ese tiempo bueno en ese tiempo, lo más que ganaba y era un sueldazo ganaba $8 o $9 pesos diarios, y como afilador cuando empecé afilar ganaba de $30 a $50 pesos”.

Hoy con 67 años de ser afilador, don Pancho (como lo conocen sus clientes), sale de su casa de la Bojórquez todas las mañanas, y recorre calles completas en busca de sus clientes, diario en promedio no gana más de $150 pesos.

Con una voz cansada por el calor de aquella mañana, don Francisco señala que muchas personas piensan que cobra caro su trabajo.

 “Piensan que yo les estoy robando porque vamos a decir, tardo poco en afilar un machete por $50 pesos, y hay veces que en 10 minutos dicen usted gana mucho dinero, si ya me ganó usted en 10 min menos de 50 pesos, y le digo señor si me quito de aquí y me habla aquí en frente y luego en la otra casa, pero si usted piensa que aquí le gane $50 pesos, piense en donde me van a hablar para hacer otro trabajo”.

Los precios son variados, por un cuchillo llega a cobrar $20 pesos, por hacha $50 pesos, y por un machete aproximadamente a $40.

Don Francisco lleva una vida afilando, dice sentirse orgulloso al igual que su familia:

 

 “Se sienten orgullosos porque no les he pedido nada, yo tomó mis cervezas todos los días, come con mi dinero mi mujer, mi hija y mi nieta, sin que yo moleste a alguien, yo solo me mantengo, aunque no me lo dicen han de estar contentas porque no les falta lo principal”.

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Antes era muy común verlos por las calles, hoy solo quedan algunos en esta profesión.

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