Teodolito urbano

30 de julio de 2014

Teodolito urbano

Amigos, buen día.

La última tendencia administrativa está enfocada en las “competencias”, una moda semántica enajenante, en la que sus adeptos están obsesionados por las evidencias, dejando en segundo término al sujeto con esa habilidad.

Este modelo de orden y control administrativo, es el reciclaje de una necesidad ancestral para hacer las cosas más que bien, es decir, no buscar la eficiencia, sino el ser eficaz.

¿Dónde percibimos si una persona es o no competente? En la actividad que realiza el ser humano para sí o para otros, resolviendo necesidades o produciendo satisfactores espirituales, materiales, o de otra índole. El ser competente es el distintivo del querer ser. El éxito y su nivel de competencia radica en los resultados humanos alcanzados, no en la obsesiva cantidad de las evidencias; éstas solo sirven para registros históricos y posibles diagnósticos.

Éste prólogo tiene que ver con un tema que me tiene ocupado desde hace varios años, y que está relacionado a la legislación urbana.

Por la diversidad de pensamientos, creencias e intereses, creo en la necesidad de disponer de leyes, reglamentos y normas que nos permitan tener un común denominador claro, que facilite e induzca la convivencia social y una vida digna.

Si bien nuestra legislación urbana, en lo particular, es buena, las complicaciones empiezan cuando varias leyes convergen en un mismo asunto, ya que cada una de ellas, redactada por un supuesto grupo “competente”, es interpretada por quien la aplica, imponiendo una postura sectorial y criterios personales, sin tener idea de las implicaciones, urbanas, ambientales, económicas, y sociales, entre otras, que afectan el desarrollo en un contexto determinado.

Esta situación de parcialidad de criterio y nula visión, es el efecto de una falta de competencia para legislar, recurriendo a conductas aberrantes como el modificar la Constitución para allanar el camino jurídico, convirtiendo en legal, lo que ahora es ilegal, aunque el resultado no tenga pies ni cabeza y se condicione el desarrollo. Si a esto, se le suma la invasión de esferas de actuación y responsabilidad de quienes aplican la normatividad, el escenario es de una incompetencia total. Ejemplos sobran.

La única manera de combatir esas posturas sectoriales a “modo”, es con una sociedad que eduque individuos con principios universales, valores y fomente las actitudes personales, desde la infancia. Solo así llegaremos a ser individuos y sociedad competente, en el sentido real de la palabra, no en el de una moda.

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