La muestra de altares de Hanal Pixán llora con una serafina de Temax

31 de octubre de 2013

La muestra de altares de Hanal Pixán llora con una serafina de Temax

En un rincón de la Plaza Grande, el cantor Teodoro Mukul Huchim fue la estrella de la muestra de altares de Hanal Pixán: mientras las amarillentas teclas de su serafina se lamentaban, las personas que escuchaban las melodías lloraban también.
La música de don Teodoro sonó en la mesa de las ánimas del municipio de Temax, donde en su niñez aprendió a tocar la serafina con las lecciones del difunto párroco Manuel Villanueva, quien también lo inicio en el arte de elevar cantos a las almas.
Nacido en la comisaría de Dzoncahuich, este rezador canta en novenas, misas, velorios y ochovarios de Temax, Izamal, Motul y Tekal de Venegas, entre otros municipios de la ex zona henequenera. A sus 8 años empezó a participar en las misas de Temax como acolito de la parroquia en las misas en latín.
Mientras el señor Mukul Huchim ejecutaba los lamentos y cantos de las ánimas en español, maya y latín, se anegaban de lágrimas los ojos de las personas que visitaban la muestra de altares.
Actualmente, el cantor de 63 años enseña a tocar la serafina a dos niños de Temax, pues hay pocos músicos de este instrumento que puede tocar las notas más sensibles del corazón.
Por un rosario de 15 misterios cobra 50 pesos, aunque los rezos y cantos tarden tres horas.
Don Teodoro Mukul dice que el órgano eléctrico, las guitarras y los coros han ganado terreno a las serafinas de viento en las iglesias en esta época en que las rezadoras amputan muchos cantos al rosario.
Comenta que las notas de la serafina resucitan recuerdos en la mente de las personas, imágenes de aquellos días distantes cuando la presencia de un ser querido era como escuchar una melodía que hace feliz. Momentos con esas personas amadas que hoy no están, pero que nos dejaron su música.

En un rincón de la Plaza Grande, el cantor Teodoro Mukul Huchim fue la estrella de la muestra de altares de Hanal Pixán: mientras las amarillentas teclas de su serafina se lamentaban, las personas que escuchaban las melodías lloraban también.

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