Intentos de suicidio en jugadores arruinados de casinos
29 de noviembre de 2013
Todos empezaron a jugar 50 o 100 pesos de vez en cuando. Luego apostaron cantidades cada vez más altas diariamente, tanto de día como de noche. Y terminaron en la ruina prometiendo hasta los calzoncillos que ya no tenían y empeñando su vida a un usurero.
Estas son las historias verdaderas de ricos que se vuelven pobres y pobres que se vuelven locos en los casinos de Mérida, donde el ambiente de fiesta seduce la ambición de los clientes que terminan en intentos de suicido, enfermos o en la cárcel, confiesan integrantes del grupo de autoayuda “Vuelve a Vivir”, de Jugadores Anónimos.
Comentan que nunca tuvieron conciencia que tenían una adicción al juego hasta que lo perdieron todo. Ya sea una empresa, un auto de lujo, una quincena de clase media, una liquidación de toda una vida o una modesta carterita.
Los jugadores anónimos entrevistados señalan que la ludopatía es una enfermedad silenciosa que aumenta con el tiempo. Para conseguir dinero, los ludópatas inventan funerales para pedir dinero a sus amigos, roban en sus casas, estafan, defraudan a sus patrones, piden que les golpeen para inventar asaltos que les permitan obtener dinero de sus familiares. Algunas mujeres adictas han llegado a prostituirse por unos cuantos pesos en los estacionamientos de los casinos.
Se sabe que incluso hay clientes que se infartan ante las maquinas ante la angustia y terror que les causa perder todo su patrimonio en una atractiva máquina de juegos de azar.
Una mujer nos comparte que en tres horas perdió 27,000 pesos. A veces ganaba, pero la enfermedad la obligaba inconscientemente a permanecer en el casino hasta que perdía el último centavo. De su caja fuerte sacó las alhajas que su marido le regaló durante 40 años de matrimonio.
El grupo “Vuelve a Vivir” indica que la ludopatía no conoce estatus sociales. Puede ser alguien de la clase alta que juega en casinos de lujo al estilo de Las Vegas o una mesticita que hace cola en las maquinas tragamonedas de los mercados de Mérida o tiendas de su pueblo.
Margarita manifiesta que en los casinos sentía una pasajera sensación de euforia que no encontraba en su vida diaria, una emoción que le impedía comer o ir al baño durante las horas de juego. Tenía miedo que si se alejaba de la máquina en ese momento saldría el premio.
Después que pierden su dinero y lo que no tienen, los ludópatas tienen una cruda moral que es una culpa intensa. Jugadores Anónimos revela que 90% de los clientes de los casinos termina con graves problemas. Van a la cárcel por no pagar sus deudas a acreedores, sufren de hipertensión arterial por la ansiedad que ocasiona la obsesión de ganar o terminan con intentos de suicidio.
Conocimos de cara a cara casos de personas cuyas deudas a sus prestamistas superaba medio millón de pesos. Otros han huido de Mérida ante las amenazas de los usureros. “Pocos pueden jugar moderadamente y luego quitarse del casino”, dicen.
En estos momentos muchos yucatecos ya se jugaron parte de sus aguinaldos. Muchos están desesperados ante las deudas que los ahogan y no podrán pagar en años por los bajos salarios que se ganan.
Un integrante del grupo “Vuelve a Vivir” recuerda que en sus días de adicción una vez vio con pena a su propia sombra en una mesticita que apostaba sus dineritos en un casino. Quiso ser su salvador y le pidió que no jugara tanto. Molesta la mujer de hipil y sorongo le contestó que para eso había trabajado toda su vida de lavandera y mantenido a cuatro hijos profesionistas.
Para conseguir dinero, los ludópatas inventan funerales para pedir dinero a sus amigos, roban en sus casas, estafan, defraudan a sus patrones, piden que les golpeen para inventar asaltos que les permitan obtener dinero de sus familiares.