El vecino silencioso de la casa mamey
03 de marzo de 2015
La casa de dos pisos de color mamey con ventanas polarizadas en las calles 15-A y 14 del fraccionamiento Paraíso Maya cumplió su objetivo: Cómoda, silenciosa y común en la zona; prácticamente inadvertida. Eso requirió para operar y guardar su identidad el tesorero del grupo criminal “Los templarios”, Flavio Gómez Martínez, durante los meses que vivió en Mérida.
Como muchos otros que radican o han radicado en esta capital, el hermano de “La tuta”, el criminal más buscado en el país, no se metía con nadie, ni hablaba ni hacia amistad. Aparentemente su mundo eran él y una mujer que lo acompañaba: ni fiestas, ni reuniones, ni visitas. Así tenía que ser.
Por eso cuando amaneció el viernes 27 pasado y un grupo de policías tomó la casa por asalto, quienes lo observaron se quedaron mudos: uniformados con armas largas ocuparon el techo, la parte posterior y la fachada de aquella residencia. No hubo disparos, se impuso la sorpresa. Flavio cedió ante la presión y fue detenido. Quizá ni mediaron las palabras, seguro él conocía los cargos y el porqué de su aprehensión.
Flavio no lo sabía, pero apenas minutos antes había sido arrestado en Michoacán su hermano y jefe de cartel, Servando, a quien ya no le sirvieron sus muchos y variados escondites, inclusive una caverna allá en su natal Estado. Era el más buscado y su detención corrió de inmediato por el mundo, como la pólvora de sus fusiles que cobraron tantas vidas en el mercado del narcotráfico.
Si antes nadie se metía con Flavio, nuestro vecino de Paraíso Maya, cuando se supo de sus antecedentes los vecinos se quedaron mudos. El cotilleo no conduce a nada, dirían, pero meterse con los narcos nos puede costar muy caro.
Hoy, es tal la tranquilidad del rumbo que al caminar por los alrededores de la casa solo se escucha el trinar de los pájaros.
En las inmediaciones sólo se ve a algunos trabajadores que hacen chambitas de plomería y electricidad y, según estos, de cuando en cuando se ve una patrulla que vigila la casa mamey.
Una patrulla, pero no se estacionan, es el mismo patrullero, en el ratito que estuvimos aquí ya pasaron como 5 veces y a nosotros se nos queda viendo feo.
Intentamos infructuosamente entrevistar a un joven que pasaba con mochila en hombros, vecino del fraccionamiento, pero de inmediato aseguró que no sabía nada, absolutamente nada: ni que pasó ahí y mucho menos de quien se trataba.
Pasamos de la casa de enfrente a la casa de alado y luego a la otra. Nadie vió y nadie sabe… el que más nos dijo: no me vayan a comprometer. Nuestras preguntas se quedaron al aire, lo más que logramos saber es que en el interior de la casa mamey, quedaron quizá dos perros, que son alimentados por un joven que pasa todas las mañanas.
Escucha la nota
Flavio, el encargado de las finanzas del cartel de los “Caballeros templarios” de Michoacán, vivió inadvertido en Mérida en un rumbo donde impera el mutismo.