El genio detrás de The Beatles
27 de agosto de 2017
En las clases de matemáticas escondía sus manos debajo del pupitre para dibujar bailarinas y escenarios imposibles en sus cuadernos. Sus padres, un par de inmigrantes judíos de Europa del Este, conservadores y acaudalados, fueron citados por el director del colegio inmediatamente.
“Brian, Brian: si sigues así, ni nosotros ni el mundo sabremos qué hacer contigo”, le dijo su padre Harry al llegar a casa. Deprimido y cabizbajo, se fue a la cama con el espíritu hecho añicos, pensando en cómo ser el alumno que tanto deseaban sus padres, tan respetuosos —judíos al fin— de la educación y el aprendizaje.
La vida le encontraría después una misión más importante que la escuela: la creación de The Beatles.
Este domingo se cumplirá medio siglo de la muerte de Brian Samuel Epstein (1934-1967), quien no es el Quinto Beatle, pero podría serlo, aunque para muchos —como Jerry Goldman, director del Museo The Beatles Story— ese mote le quede chico, pues se trata de alguien de mayor calado: el verdadero hacedor de los Cuatro Grandes de Liverpool.
Tres años antes de morir accidentalmente por una sobredosis de barbitúricos mezclada con alcohol, Brian escribió A Cellarfull Of Noise (1964), sus memorias, en las que confesó lo difícil que le resultó aceptar su homosexualidad en un núcleo familiar tan conservador.
Todos los ejecutivos del canal estaban entre divertidos e irritados por tratar a este joven inglés tan correcto y bien hablado, obsesionado y preocupado hasta por el último detalle
Cuando supo que era gay, no se lo dijo a sus padres ni a sus hermanos, sino a su siquiatra, quien, violando su código de ética, se lo contó a la familia Epstein. El médico les aconsejó que lo enviaran una temporada a Londres para que “recapacitara” sobre sus preferencias sexuales. Ya asentado en la capital inglesa, el joven Brian ingresó a la Real Academia de Arte Dramático, donde tuvo como compañero de clase a quien entonces era la gran promesa de la escena británica: Peter O’Toole.
Sus deseos de ser actor se vieron frustrados rápidamente. Su hiperactividad lo convirtió en un histrión poco disciplinado y olvidadizo. Dejó sus clases apenas hubo acabado el primer semestre. “Mi propia sensación de inferioridad y frustración se evaporó cuando supe que podía ayudar a los Beatles a convertirse en la mejor banda del mundo”, escribió en sus memorias.
El gran descubrimiento de The Beatles ocurrió el 9 de noviembre de 1961 en el número 10 de la Matthew Street, en Liverpool, una ciudad con un espíritu juvenil muy común entre las urbes que habían sido bombardeadas por las fuerzas nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Esa noche, Brian salió de su monótono trabajo en la North East Music Stores (NEMS) —una tienda de discos e instrumentos musicales que era propiedad de su familia— para tomarse unos tragos en The Cavern Club, un bar en el que, le habían dicho, tocaban cuatro adolescentes locales enfundados en pantalones de mezclilla y chamarras de piel negra. “Al parecer sólo tocan covers de Buddy Holly y otros compositores americanos, pero son muy famosos en Hamburgo”, le dijo uno de sus clientes.
Aquella noche, en efecto, cambió el rumbo de la Historia. Brian Epstein —de apenas 27 años, vestido con un elegante traje que lo hacía parecer un prominente empresario— se acercó al escenario para saludar a esos cuatros chicos que respondían a los nombres de John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Pete Best (Ringo Starr se sumaría un año después). Les pidió ser su representante. Como todos eran menores de edad, necesitaban el consentimiento de sus padres. El primero en oponerse fue el señor James McCartney, protestante, admirador de Churchill, bombero jubilado y padre de Paul: “¿Cómo voy a dejar el futuro de mi hijo en las manos de un judío?”.
Según cuenta Mark Lewisohn en su libro Tune In: The Beatles: All These Years (2013), Epstein tampoco les dijo grandes cosas para convencerlos. “Chicos: me gusta su música, su ritmo y su sentido del humor sobre el escenario”. Palabras suficientes para que George, el más inquieto, soltara una opinión a botepronto: “Es un rico muy rico, ¿por qué tendríamos que negarnos?”. John Lennon confesaría años después en una entrevista: “La verdad es que sólo estábamos esperando la oferta del primer gran hombre con un gran cigarro en la boca”.
Tras ser rechazado rotundamente por Decca y aprovechando su cercanía con los sellos discográficos y los estudios de grabación del Reino Unido, Epstein logró que los Beatles —ya con Ringo en la alineación— firmaran un contrato con los estudios EMI de Abbey Road, donde grabaron su primer álbum, Please Please Me, en 1963.
Epstein les puso, entre muchas otras, tres condiciones: que los temas fueran firmados como Lennon/McCartney para evitar egos y conflictos posteriores, que confiaran plenamente en él a la hora de tomar decisiones y que los cuatro comenzaran a usar traje, corbata y peinados de hongo. Profundo amante de la moda, diseñador frustrado y notablemente influenciado por la artista alemana Astrid Kircherr, Epstein tenía muy claro que no quería un grupo, sino un concepto estético.
Lo que vino después fue la beatlemanía, que nunca hubiera sido posible sin Brian Epstein, quien en el otoño de 1963, sin mucha preparación en los negocios y los asuntos legales, tuvo las agallas para viajar a Nueva York y visitar en persona al mismísimo Ed Sullivan, el entonces presentador de televisión más popular de Estados Unidos.
Según recuerda Jonathan Gould en Can’t Buy Me Love: The Beatles, Britain and America (2007), “todos los ejecutivos del canal estaban entre divertidos e irritados por tratar a este joven inglés tan correcto y bien hablado, obsesionado y preocupado hasta por el último detalle”. Uno de ellos dijo: “es el mejor manager que he conocido en mi vida: completamente inflexible”.
Después de vender a los Beatles como “la mejor banda de la historia” o “lo mejor que la ha pasado a la música desde hace siglos”, Ed Sullivan aceptó la oferta tras escuchar Love Me Do, la canción que Brian había elegido como primer sencillo de la banda.
El 9 de febrero de 1963, el Cuarteto de Liverpool conquistó a América y al mundo con un show que fue visto por 74 millones de televidentes, un hito en la historia de la música y la televisión. Brian, detrás de cámaras, se sabía el Quinto Beatle. “Brian, Brian: si sigues así, ni nosotros ni el mundo sabremos qué hacer contigo”. Las palabras de su padre ya no le dolían tanto.
El 27 de agosto de 1967, la ciudad de Liverpool recibió, desde Sussex, Inglaterra, el cuerpo de Brian Samuel Epstein para organizar los servicios funerarios, a los que no acudieron los Beatles por temor a que sus fans rompieran la intimidad de la madre de Brian, que recientemente había quedado viuda. “Todo se ha jodido”, dijo Lennon. “Se ha acabado todo”, replicaron Ringo, Paul y George. La leyenda apenas estaba por comenzar.
Información: El Financiero
Nota escrita por
Agencias
Hoy, se cumple medio siglo de la muerte de Brian Epstein