También los sepultereros lloran en los sepelios

22 de octubre de 2013

También los sepultereros lloran en los sepelios

A una semana del Día de Fieles Difuntos acudimos al Cementerio General de Mérida para conocer las experiencias de sus veteranos sepultureros, seres humanos con sentimientos que también se entristecen y lloran en silencio cuando una familia meridana despide para siempre a sus seres queridos que bajan a tierra y se llevan una parte de su corazón con ellos.
El veterano sepulturero don Gilbert Roland Valencia Braga confiesa que se conmueve mucho cuando sepulta a un niño, pues el dolor indescriptible de los padres le recuerda las pérdidas afectivas que la muerte ha causado en su vida.

En sus 40 años de sepulturero ha visto que disminuya el número diario de meridanos que acuden a honrar a sus padres muertos, como una forma de dar gracias por la vida que tomaron de todos sus ancestros. Actualmente, los días con más afluencia de visitantes en el Cementerio General son en Día de la Madre, Día del Padre y Fieles Difuntos.
La mayoría de los visitantes son personas de escasos recursos, indica don Gilbert Roland. Los hermosos mausoleos de difuntos, que fueron ricos en vida, reciben pocas visitas.

El sepulturero José Gabriel Espíndola Balam señala que tiene un corazón noble para comprender el sufrimiento de los dolientes durante un sepelio, pero un temple sólido para no quebrarse durante el momento del adiós inevitable.
Don José Gabriel, con 13 años en el oficio, manifiesta que ahora es muy raro ver a nietos y bisnietos llevar una veladora a las tumbas del Cementerio General de Mérida, donde un ambiente de silencio y paz rodea a los monumentos mortuorios, que simbolizan la esperanza humana de una vida después de esta vida.

En el Cementerio General trabajan cuatro sepultureros de 8 de la mañana a 3 de la tarde.
Los sepultureros Gilbert Rolando y José Gabriel afirman que nunca han visto fantasmas durante sus años de servicio. Actualmente, sólo hay un entierro cada segundo día en este viejo panteón, donde muchas tumbas y mausoleos se caen en ruinas.

Como los sepultureros ya no ven acudir a los ancianos propietarios de las tumbas, creen que también ya emprendieron el viaje del cual nunca volverán.

El veterano sepulturero don Gilbert Roland Valencia Braga confiesa que se conmueve mucho cuando sepulta a un niño, pues el dolor indescriptible de los padres le recuerda las pérdidas afectivas que la muerte ha causado en su vida.

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