¿Qué hacer en caso de presenciar un infarto?

 El nerviosismo y ansiedad, son reacciones normales para quien presencia o sufre un infarto, sin embargo, si vivimos con una persona con antecedentes de padecimientos cardiacos, lo mejor es estar preparados para enfrentar correctamente este episodio.

Lo primero es identificar los síntomas, estos son: dolor constante en el pecho, que se refleja en la parte interna del brazo izquierdo y en la mandíbula, náuseas o vómito.

En ese momento, la intervención del acompañante es primordial, dar aviso a los servicios de emergencia, mantener en calma al paciente, o si la situación lo amerita, llevarlo a la clínica más cercana, explicó el doctor José Cauich, jefe de Urgencias en el Hospital “Ignacio García Tellez” T1, del Instituto Mexicano del Seguro Social.

“No dejarla sola, sino hacer que se siente, que esté lo más calmado posible, porque a veces los infartos, cuando llegan de forma súbita, la persona por el dolor que tiene en el corazón, pues obviamente está desesperada y lo primero que hay que hacer es (mantenerla en) calma, posteriormente, una vez que este sentado el paciente, si está consiente, hay que hacer que respire de forma adecuada, así como (revisar) su ropa si está muy apretada, tratar de retirarla poco a poco, y esperar los servicios médicos, en caso de que esté inconsciente hay que ver si tiene pulso, si no tiene pulso, entonces sí, dar maniobras de reanimación”

El especialista indicó que este último caso se le conoce como infarto fulminante o muerte súbita, es cuando el ataque al corazón es ocasionado por un bloqueo completo de la arteria y no hubo tiempo para aplicar alguna maniobra.

Por ello reiteró que hay que dejar de postergar la atención médica, síntomas como dolores de cabeza, presión arterial alta, zumbido de oídos, las propias náuseas, que mucha gente piensa que son sólo señales de estrés, en realidad, son avisos de que está ocurriendo algo malo y hay que realizarnos un chequeo general.

Lamentó que, en los últimos años, se han registrado infartos en personas menores de 30 años, cuando hace 20 años, era una enfermedad para mayores de 50.