Los secretos de su abuela lo llevan a exponer su arte en Berlín
25 de febrero de 2014
Frente a un jardín repleto de pilas de piedra, el maestro Pedro José Mendoza Canul echa la mirada atrás para remembrar la casita de paja de su niñez, donde pocos eran los privilegiados en mirar a su abuelita mestiza aplicar antiguas técnicas de bordado mientras tarareaba viejas canciones de Luiz Alcaraz.
Hace medio siglo, cuando tenía seis años, con sólo observar a su “chichí” don Pedro José aprendió los secretos del bordado sólido y de punto de cruz, arte en extinción que lo llevará en marzo a la Feria Internacional de Turismo de Berlín para representar a la artesanía mexicana.
“Mi abuela hacía los trajes para la fiesta del pueblo, para las chiquitas, yo veía como preparaba sus telas, su caneba, tenía sus dechados, yo me sentaba en el suelo y jamás me dijo esto se hace así o de esta manera” comentó.
Don Pedro José nos abrió las puertas de su casa en la colonia Ampliación Plan de Ayala Sur, que es al mismo tiempo taller, para que conozcamos lo que pasa adentro. Como muestra da los toques finales a una blusa de hilo contado que se expondrá del 5 al 8 de marzo en la capital de Alemania. También nos enseña cómo se hace un dobladillo especial del cuello llamado en maya x-majan cal, que se traduce como mariposa del cuello, un acabado que no puede hacer una máquina de coser.
“Antes de la fiesta se preparaban lo que se iba a poner y en el transcurso que iban bordando era un secreto y no tenía acceso la gente común en una parte de la casa. La gente iba a ver la prenda hasta el día que se estrenaba para la fecha para que fue hecho” indicó.
Don Pedro José revela que nunca pensó dedicarse al bordado. La necesidad de sustento le motivó a recordar las lecciones que inconscientemente su abuela, sentada en un banquillo junto a la ventana, había grabado en su mente mientras él jugaba con los hilos de colores en el piso. Tenía 20 años cuando elaboró su primer producto: un par de sandalias bordadas.
Aquellos esfuerzos de hace 40 años terminaron en la empresa de bordados Nicte Ja, que emplea a 25 bordadoras de la península. Los diseños se inspiran en ternos e hipiles, algunos con más de 100 años, que heredó de las mujeres mestizas de su familia. En esa colección hay una prenda poco conocida: el hipil de luto, bordado con hilos negros y morados.
“Me remonto a veces. A veces puedo escuchar a mi abuela tarareando silbando sus canciones, el siboney, la rielera” señaló.
Durante la entrevista, la mayoría de los recuerdos del artesano, que nació en Mérida, pero creció en Caucel, retratan a una anciana mestiza que borda al salir el sol y termina al ocaso del día. En algún momento de la agradable charla nos enseña una foto de su chichí abordando un avión rumbo a Japón y al final, nos presenta el fino rebozo morado que portaba esa entrañable mujer el día que viajó al Imperio del Sol Naciente.
“Con el paso del tiempo ya tenían que necesitar sus espejuelos, me decían no vayas a tirar mis espejuelos. Yo me ponía a jugar los hilos. Nunca supe porque le llamaban espejuelos a sus lentes” finalizó.