La veracidad... es cosa profanada

Hace 32 años, el terremoto del 85 nos tiró de la cama a muchos. Aquel terremoto dejó como enseñanza la falta de prevención frente a desastres naturales. A partir de entonces hemos avanzado mucho aunque a veces, no como quisiéramos o debiéramos. 

Los restos del espejo brindan reflejos de múltiples escenarios en los que las cosas no han avanzado como era de esperarse. Pasos Exprés que se tragan a los usuarios, plataformas de servicio digital de transporte que ofrecen seguridad y en las que violan y matan a las pasajeras, procesos electorales con excesos de regulación pero incapaces de controlar el gasto real de los candidatos. Una verdadera guerra sucia en las redes sociales donde proliferan mentiras, descalificaciones y difamaciones. 

Ante esto, los medios tradicionales han ofrecido credibilidad, pero tres notas que me llegaron la semana pasada, me hacen dudar. 

Primero, el tratamiento de la muerte de la niña de Komchén dejó en claro que a muchos no les interesa seguir los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud en cuanto a cómo trabajar este tipo de sucesos. 

Segundo, el incendio de una vivienda en un asentamiento irregular hace parecer a la víctima como una mujer que no tiene hogar, cuando nuestros datos indican que tiene más de una vivienda de bloque en Mérida. 

Tercero, un segmento de opinión en un programa nacional de radio donde los analistas políticos destapan al candidato priísta al gobierno del estado, como si fuera un echo, cuando lo correcto es respetar los tiempos oficiales de los partidos políticos y el trabajo que realizan los quipos de comunicación de los distintos aspirantes. 

La información de estas notas fue incorrecta por una falla en los procesos informativos y/o éticos de los medios, esto sin abordar las estrategias que se hornean en los cuartos de guerra de los equipos de comunicación de los poderosos. 

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