El tren transpeninsular va dejando atrás los precios
11 de marzo de 2014
Hace un año, la Auditoría Superior de la Federación dio a conocer un informe de la Auditoría que realizó a la difamosa Estela de Luz, construida en la Ciudad de México con motivo del bicentenario de La Independencia y del centenario de La Revolución. En ese informe se estipulaba que la mala coordinación de las distintas instancias involucradas en el proyecto fue la causa principal de que su costo, que no debió de haber sido superior a los quinientos millones de pesos, se elevará a más de mil trecientos, es decir, un 192%.
Además del desastroso desenlace final de las finanzas del proyecto, el retraso en su construcción también es causa de mucha indignación , pues la estela, que debió de haber recibido a las fiestas patrias del 2010, no estuvo terminada sino hasta enero del 2012, es decir, más de quince meses después.
Lamentablemente, así como éste, retrasos en las fechas de entrega y proyectos que superan en tres veces su precio estimado son la norma más que la excepción en este país. El proyecto del tren transpeninsular, cuya construcción ni siquiera ha empezado, no podría presumir, por el momento, de ser la grata excepción a esta regla: pues, el presupuesto de 30 millones aprobado por la SCT en diciembre del 2012 para los estudios de viabilidad, a mayo de 2013 ya había ascendido a 93 millones. Esto es, un incremento del 310% en diecisiete meses, y, aunque desconocemos cuál haya sido la cifra final del gasto, seguramente se incrementó.
El precio estimado para la construcción del Tren también ha sido víctima de aumentos, pues, de los 13 mil millones de pesos estimados en 2012, el cálculo actual arroja 18 mil millones, un incremento que no sería tan alarmante si no fuera por el sombrío pasado que rodea a este tipo de inversiones en el país, y que nos hace suponer un fatal desenlace.
Partiendo de estas cifras, si el pasado se repitiese, el precio final del Tren Transpeninsular pudiera llegar a superar los cincuenta mil millones de pesos. Esperamos, honestamente, que el gobierno esta vez sí supervise correctamente a las instancias encargadas de esta macro-obra, para que el resultado final de los trabajos no sea motivo, otra vez, de sospechas y enojos, sino, más bien, de orgullo y celebración.