Crecencio Carrillo y Ancona: Un ilustre creyente

Crecencio Carrillo y Ancona nació en Izamal en 1837, pero, debido a la violencia de la Guerra de Castas, a los 11 años se mudó junto con toda su familia al Barrio de Santiago de Mérida. Aquí, estudió filosofía en el Seminario Conciliar y a los 25 años recibió la orden de presbítero.

Carrillo y Ancona siempre mostró interés por la educación religiosa, preocupado porque está se había descuidado frente a la enseñanza laica. Por eso, durante el Segundo Imperio de México, consigue apoyo del emperador Maximiliano para fundar la Academia de Ciencias Eclesiásticas, lugar en el que se enseñó, entre otras muchas cosas, la lengua maya, de la que él siempre fue ferviente defensor y estudioso. También colaboró en 1869 con el gobierno republicano para fundar el Museo Yucateco, al que vendió una rica colección de objetos históricos, que nunca le pagaron; pese a esto, fue su director hasta 1874. Una década después participó activamente en la refundación de la Universidad Católica.

A los 50 años de edad fue nombrado obispo de la diócesis de Yucatán. Como obispo, trabajó arduamente en la fundación de la diósesis de Campeche. Se dice que una vez, en una reunión de Obispos con Porfirio Díaz, en aquel entonces presidente de la República, fue el único que, en lugar de reverenciarlo, le dio la bendición.  Intrigado, Porfirio le preguntó por su iniciativa, a lo que Crescencio respondió: "Tanta dignidad tiene usted como Presidente de México, como la tengo yo por ser Obispo de Yucatán”.

Su vida cesó el 19 de marzo de 1897, su muerte, a causa de una enfermedad renal, fue anunciada por las campanas de la catedral, a la que se unieron todos los templos de la ciudad. En su velorio destacaba una gran corona de flores enviada por Porfirio Díaz, en la que se leía: “La grandeza conquistada por el trabajo, la inteligencia y la virtud, es muy digna de honores. A la memoria del sabio y virtuoso ilustrísimo Obispo de Yucatán Doctor Crecencio Carrillo y Ancona”.