"El papel que aguanta todo..."
19 de diciembre de 2018
El director de Cadena Rasa, Bernardo Laris Rodríguez, es decir mi jefe, me envió un link de internet con una noticia del periódico El País de España que reseñaba la mega inflación de Venezuela. Al abrir la nota para actualizarme en lo que ocurre en mi país, la primera sorpresa que me llevé fue que esa publicación internacional estaba escrita por una conocida, por una persona con la que tuve contacto por poco más de un año pero que ese tiempo fue suficiente para tenerle un profundo respeto y aprecio como Florantonia Singer.
Al ver en la página digital el nombre de Florantonia me vino a la mente una serie de hechos y lugares, cada uno de ellos tenía un nexo. Recuerdo que coincidí con ella en la salida de la redacción de El Nacional, en uno de los tantos días repetidos que se viven en el interior de un periódico, le dije que iba por un café y me acompañó.
En la entrada del diario había un pequeño kiosko que tenía esa famosa maquinita de la marca Nescafé. En medio del Mokaccino hablamos de la diáspora masiva del venezolano. Le externé que ya estaba haciendo las gestiones para que mi esposa, mi hijo y yo formáramos parte de esa estadística. En cambio ella, que ocupaba un puesto neurálgico en el rotativo venezolano, manifestó que se negaba a irse del país, le preocupaba que Venezuela se quedara sin juventud, sin personas que ayudarán a sacar a la nación hacia adelante y además, que si nació en ese terruño, ¿por qué se tenía que ir? “Pues, no, yo me quedo”, terció.
Antes de renunciar al periódico en noviembre de 2016, ya Florantonia había cambiado de parecer. Me confesó que precisamente la inflación la estaba venciendo, que vivía con cálculos en la cabeza para hacer rendir el dinero que ganaba en El Nacional y que lo cobraba cada quince y último. Le perdí la pista, no sé si se quedó en esa redacción de los Cortijos, al este de Caracas.
El recuerdo que me generó el mensaje del ingeniero Laris también me llevó a El Nacional. El pasado viernes salió la última edición impresa de este diario que acaba de cumplir 75 años.
Cuando era pequeño, mi papá llegaba con El Universal a la casa. Pero al entrar a la escuela de Comunicación Social en la Universidad me adentré sin querer en El Nacional. El director Ramón Hernández venía de este periódico y muchos de los maestros compartían su tiempo entre los salones de clases y la redacción de El Nacional.
Al comenzar a reportear en el campo deportivo, me topé que la figura del periodismo en beisbol era Ignacio Serrano y del baloncesto era Williams Brito, ambos de El Nacional. Quise ser tan profesional como ellos. No sé si lo logré pero luego de 12 años de periodismo, pude ocupar un puesto en esa anhelada sala.
Ya era un medio golpeado por el Gobierno venezolano al no contar con papel periódico. De cuatro cuerpos pasaron a dos y cada vez más, el espacio para escribir se iba reduciendo.
Al llegar a Mérida, me encontré con una prensa no acosada ni hostigada, al ver a un Diario de Yucatán con cuatro nutridos cuerpos y suplementos especiales, tal cual como era antes El Nacional. El “Por Esto” cuenta con un sinfín de páginas en cada edición, y que incluso, se da el lujo de ocupar varias ellas solo con fotografías. Novedades no tuvo problema alguno de pasar del formato estándar al tabloide.
Luego de ser leídos, muchos de esos papeles solo quedan para forrar las paredes de los locales vacíos, o para cubrir el piso cuando el pintor está cubriendo las paredes de la casa. Incluso, el papel periódico sirve para que las espinas de las rosas no maltraten al enamorado cuando va a regalar pétalos.
Pues, la falta de ese papel que tanto contribuye a la libertad de expresión, es que el apaciguó la vida de 75 años de El Nacional. Desde este humilde rincón, los invito a valorar ese papel con el sabroso olor a tinta, que veneramos todos los que apreciamos el valor de la información y de la libertad de expresión.
Nota escrita por
Ronald Rojas
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La opinión de Ronald Rojas