"Y... ¿de verdad resucitó?"

02 de abril de 2018

"Y... ¿de verdad resucitó?"

Señor Jesús ¿qué parte no entiendo, en dónde me perdí?  Te hiciste hombre para salvarnos, formaste una familia para que entendiéramos el valor del tejido social, enfrentaste a los mercaderes del templo para enseñarnos a poner cada cosa en su lugar, te sentaste en medio de los doctores de la ley para ponerle límite a las diferencias, te sometiste al peor de los castigos y vejaciones para enseñarnos a ser humildes y dar ejemplo de cómo el hombre debe morir por sus ideales, resucitaste a los tres días y subiste a los cielos.

Hasta allá la doctrina del catecismo, pero no la veo reflejada en el mundo que me legaste. ¿Fue un fracaso tu sacrificio, Señor? Tú crees que aprendimos de ti cuando los valores morales y cívicos nos importan un bledo; de verdad crees que aprendimos que todos somos iguales, que valemos lo mismo pobres y ricos, ignorantes o doctores; de verdad crees que aprendimos a ser humildes gobernantes y gobernados, o que aprendimos a morir por nuestros ideales. Me río de lo aprendido sobre todo en estos tiempos político-electorales...

Y si subiste al cielo, porque yo te veo reflejado y personalizado en miles y miles de yucatecos marginados, que carecen de todo e ignoran lo que es justicia social, te veo en las calles pidiendo limosna para llevar comida a tu hogar, en esas calles regadas con sangre de tus hijos por los que diste tu vida; te veo en las fábricas y las oficinas con salarios injustos, marginado de protección social; en veo Señor en los Tribunales abogando por una justicia que no llega. ¿De verdad subiste al cielo, Señor, porque aquí en la tierra parece que no avanzamos?

¿Y de verdad crees que cambiamos en algo? Seguimos llenos de Judas que traicionan por unos cuantos pesos, nuestros políticos y gobernantes se aprendieron la mitad de tu enseñanza: Al César lo que es del César... y se lo quedan todo, hasta la parte que le corresponde a Dios. Somos intolerantes, negamos posada, no aprendimos a darle de comer al hambriento que en verdad nos tiene sin cuidado, y aún hoy te seguimos gritando insolencias y si te hallamos te volveremos a crucificar porque, como Herodes, no arriesgaremos nuestros haberes por preservar tu doctrina de compartir el pan y los peces.

Por tanto, Señor, y perdona que te insista, creo que no aprendimos de tus enseñanzas cuando te hiciste hombre para salvarnos, en realidad creo que nos valió... y tampoco creo que te hayas ido a los Cielos porque te veo viviendo entre nosotros, con hambre y sed de justicia.

Nota escrita por

Manuel Triay

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